miércoles, 11 de febrero de 2009

Javier Roz . Lo difícil es hacer las preguntas.

Seamos conscientes de que el arte no se puede traducir en palabras. Sin embargo desearía señalar un camino de los muchos posibles para aproximarnos al mundo que nos sugiere la obra más reciente de Javier Roz. Una obra que en su última etapa ha incorporado la fotografía de un modo natural y evidente, sin perder nada de lo bueno de sus etapas anteriores y ganando en la adecuación de la técnica empleada a la idea final de la obra. Gana además la obra en el fuerte contraste entre lo dibujado o pintado y lo mágicamente revelado y posteriormente positivado en soportes poco convencionales como el acetato o el lienzo. Se establece una fuerte tensión entre ambas, ocupan un espacio simétrico y tienen así la misma presencia a modo de polifonía orquestal y armónica. Se refuerzan estos matices con la inclusión de expresiones lingüísticas como palabras que se tachan, incluso en algunos casos aparecen otros lenguajes codificados solo para nosotros como las numéricas o las escalas.

La obra de Javier Roz es reveladora y vocativa, enfática y sutil a la vez. Hallamos en ella un reposo, una cristalización del transcurrir del tiempo en el espacio, una pausada melodía visual que tiene como fin la estética y la invitación a la reflexión.

Ese melancólico sabor humanístico - ilustrado de nuestra cultura, de todas esas escuelas que eran conscientes del avance que suponían su manera de entender el mundo para el hombre, está hoy presente en nuestra civilización con actitud altiva y arrogante. Creemos ser la más refinada expresión de nosotros mismos, creemos entender y dominar todo el saber antiguo. Estamos capacitados incluso para desterrar
( paulatinamente, eso si), todas las mentiras de la historia que como los piojos del papel se meten en nuestros ojos quitándonos preguntas y respuestas de nuestro pesar.

Sí podríamos estar de acuerdo en que la evolución humana ha avanzado en los últimos tiempos, no podemos afirmar lo mismo acerca del desarrollo de la capacidad reflexiva de los hombres. Resulta difícil realizar ese ejercicio mental hoy; a veces pasa por ser enfermizo, peligroso; a veces no hay tiempo material para ello.¿quién puede permitirse “andar en sus cosas”, permanecer “en la inopia”, pensar “en las musarañas”? Eso no es productivo.
A veces creo que como heredad de una idea ilustrada, el poder fomenta la no reflexión o, al menos, evita invitaciones a la reflexión crítica, profunda y libre. Todo, si es para la masa, es fácil, las preguntas tienen todas su inmediata respuesta, clara y sanadora. Mil veces repetidas se hace verdad.
Sin embargo no te dejan preguntarte a ti mismo. Te lo impiden, sientes miedo al ridículo, a la enfermedad, al embudo interrogativo.

Evidentemente hay filtraciones. Esas filtraciones aceptadas e ineludibles que son las artes y que el estado antes dominaba y ahora también hace por dominar, son las que invitan a reflexionar a los que se acercan a una obra como un oráculo. Desgraciadamente son pocos. El arte está tan alejado hoy día de la gente por que el universo de la cultura de masas no tiene nada que ver con la reflexión. Son opuestos se repelen, se odian.

Todo esto sugiere la invitación a la reflexión. Debería ser algo tan obvio como invitar a parpadear a alguien pero hay que invitar enfáticamente a esa necesidad sin la cual nos convertimos en autómatas, máquinas sensibles que se pierden lo mejor de la vida que es ser consciente de las posibilidades que tiene la capacidad de reflexionar y cuestionarte tu manera de sentir tu existencia a diario, sin rutina.

Y debemos suponer que al igual que se avanza en los campos científicos deberíamos avanzar en nuestra percepción, en nuestra capacidad de crítica y enjuiciamiento de las realidades que se nos presenten. Y esto no ocurre así. Hay una descompensación absoluta y absurda de una rama con otra. Primero se inventa y después se discute de que se puede hacer o que no se puede hacer con eso.
¿Desde cuando el hecho puede estar por delante de nuestra imaginación? ¿Perdemos reflejos o es que vamos muy rápido?

Debemos preguntarnos, debemos hacer preguntas aunque no nos hayan enseñado a ello. Debemos preguntarnos, deberíamos sustituir los rezos por preguntas propias, familiarizarnos con los caminos de nuestra mente, conocernos y saber hasta donde podríamos llegar. Deberíamos tener un artefacto que sirviera para eso. De hecho lo tenemos, el arte.

Quien no busque calentamientos de cabeza que disfrute de la cultura de masas mientras pueda, que vea y no observe. Por que quien se acerca al arte no ve sino que observa, reflexiona domestica y termina el hecho perceptivo en si mismo.


Julio Criado Moreno. Feb 2004

Lo difícil es hacer las preguntas: ¿Qué es el arte?
(texto para la revista El Obsevador)

Una habitación vacía, de paredes blancas, encaladas. Un traje usado gris oscuro, mejor si tiene chaleco, más elegante. Una silla lo menos llamativa posible. Una absoluta falta de prejuicios. Empiece por ponerse el traje con calma, pensando que quizás se esté vistiendo para un ritual (un funeral, una boda, una operación a corazón abierto). Luego coja la silla y siéntese, de cara a la pared.
Pregunte.

Acerque su oído y péguelo a la pared, escuche atentamente. Al principio, nada. Roce con la yema de los dedos la superficie, pegue las palmas de las manos. Desde tiempo inmemorial las paredes tienen un poder mágico, casi sagrado. Trate de captar la respuesta a través del tacto, por ósmosis. Pregunte una y otra vez, a veces a viva voz, a veces en silencio. Deje que el tiempo también trabaje su parte. Haga de este proceso una forma de vida. Aún así, sólo a veces aparecen las respuestas. No importa, incluso puede que le lleguen respuestas sin haber preguntado nada, tampoco importa. No intente comprenderlo, intuitivamente lo sabrá, pues es una experiencia interna, directa y, por tanto, no enseñable, difícilmente explicable. Ver, escuchar, sentir. Entonces se dará cuenta de que es, en última instancia, la sugerencia. Lo difícil es hacer las preguntas.

Ahora ya puede levantarse.


Javier Roz (Plasencia 1975) Artista plástico. Málaga, Abril 2003

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